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¿Cómo afecta la geografía al estilo de un vino?

La geografía puede influir enormemente en el sabor del vino. La temperatura, la altitud, los tipos de suelo... el lugar en el que se cultivan las uvas y cómo maduran determina en gran medida el carácter del producto final.

Temperatura

Muchas partes del mundo son simplemente demasiado frías o demasiado cálidas para cultivar uvas con éxito. La vid necesita la cantidad adecuada de agua, nutrientes, luz solar y calor para prosperar.

Las uvas con menor madurez suelen producir vinos con menos alcohol, más acidez y aromas de fruta fresca. En el otro extremo del espectro, las uvas muy maduras tendrán niveles de azúcar más elevados, lo que suele dar lugar a vinos más alcohólicos con sabores a fruta muy madura o incluso cocida.

Si las condiciones son demasiado frías, las uvas no maduran. Si las condiciones son demasiado cálidas, pueden madurar en exceso, produciendo vinos con sabores desagradables y poca frescura.

Las condiciones óptimas se encuentran generalmente entre los 30 y 50 grados de latitud a ambos lados del ecuador, tanto en el hemisferio norte como en el sur. Cuanto más se acerque al ecuador, más calor hará, y se necesitarán influencias que produzcan un efecto refrescante, como la brisa marina o el aire de montaña, para evitar que las zonas de cultivo del viñedo sean demasiado cálidas.

A medida que uno se aleja del ecuador y se acerca a los polos, ocurre lo contrario. Aquí, los factores que ayudan a optimizar el calor y la luz solar pueden ser necesarios para ayudar a madurar las uvas.

Además de la latitud, muchos otros factores pueden afectar a la maduración de la uva.

Incluso en regiones famosas por sus uvas, como Burdeos, California o Nueva Zelanda, la ubicación y la orientación respecto al sol de un viñedo concreto pueden suponer una diferencia monumental en el estilo del vino final.

Pendientes

La mayoría de los viñedos están situados en terrenos con una pendiente suave, como en Rioja o la Toscana aunque, en algunos casos, también pueden ser extremadamente empinadas, como en Ribera Sacra o en Mosel.

El ángulo de la pendiente influye en la cantidad de sol que reciben las vides. Un viñedo orientado hacia el ecuador, es decir hacia el sol, será más cálido y soleado que uno orientado hacia el lado contrario. En el caso del hemisferio norte, las mejores orientaciones son hacia el Sur y el Este, para optimizar la luz y el calor. En el hemisferio sur es al revés, las mejores pendientes miran hacia el norte.

Las pendientes también pueden ayudar a evitar las heladas. El aire frío tiende a descender por la colina y a acumularse en la parte inferior, lo que significa que los viñedos en pendiente se ven menos afectados por las heladas que los situados en el fondo de los valles.

Altitud

En los climas más cálidos, la altitud puede proporcionar cierto alivio del calor. Por cada 154 metros que se sube sobre el nivel del mar, la temperatura desciende aproximadamente 0,6 grados Celsius.

Esto es especialmente importante en regiones como la argentina Mendoza, donde los viñedos se encuentran a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar. La influencia refrescante de la cordillera de los Andes ralentiza el proceso de maduración y ayuda a conservar la importante frescura de las uvas.

También podemos observar este efecto positivo en zonas de Rioja, Gredos o Prioriato, donde en las áreas más cálidas, los viñedos con mayor altura consiguen una mejor maduración porque compensan las altas temperaturas de las zonas más bajas.

Océanos

La proximidad a un océano frío también puede proporcionar cierto alivio en una región cálida. Cuanto más expuesto está un viñedo al océano, más fresco y ventoso suele ser.

El aire es a menudo húmedo, por lo que pueden acumularse brumas y nieblas por la mañana y entrar tierra a dentro varios kilómetros en las áreas más bajas, lo que puede refrescar aún más el viñedo y protegerlo de los fuertes rayos del sol. Este efecto es muy habitual en regiones vinícolas de California o Chile.

Suelo

El suelo de cada viñedo también puede maximizar o compensar los efectos del clima. Por ejemplo, los suelos de color claro reflejan la luz del sol, mientras que los suelos oscuros y pedregosos almacenan e irradian calor. En zonas como el Ródano Sur, este tipo de suelos son muy interesantes para la maduración de las uvas como la Garnacha, porque retienen el calor durante el día y lo van desprendiendo poco a poco en las tardes y noches, proporcionando un calor extra sobre todo en el verano, para ayudar a una buena maduración.

Los suelos que contienen mucha arcilla suelen ser más frescos, ya que absorben y retienen el agua increíblemente bien. Esto es algo que puede ser muy útil en los climas más secos. Los más arenosos o calcáreos, drenan bien el agua, impidiendo que los viñedos se encharquen, generando excesiva humedad y riesgo a enfermedades como los hongos o la Botrytis.

Todos estos factores se combinan para hacer que cada viñedo sea único, lo que explica la inmensa variedad de estilos de vino disponibles para su disfrute. En función del tipo de variedades y del clima general, todos estos factores que influyen de forma muy importante las condiciones de cultivo.

Si queréis comprobar de primera mano la influencia de la geografía, probad a comparar un Chardonnay del norte de Francia con uno de un lugar soleado de California, una Garnacha de Campo de Boja o con otra de Gredos o un Tempranillo de Rioja con uno de Toro. Seguro que notaréis una diferencia significativa en el estilo del vino: sabores de fruta más frescos vs fruta madura, diferencias en los aromas herbáceos o e especias y hasta en el color!.

By WSETGlobal – Traducción y adaptación by Artean Wines

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